Hacer realidad los sueños

Entrevista a Victor Pérez Galdós Ortíz

Por: Milagros Cherta y Dayana Kindelán. Diplomantes P.Digital

 Victor Francisco Pérez-Galdós Ortiz cautiva desde un primer instante por el don de la palabra. Con voz firme y reflexiva se convierte  en un interlocutor que atrapa por su verbo ágil, su conversación amena  y por la amplitud de sus conocimientos. Es, en suma, un hombre con el que siempre se aprende algo nuevo. Periodista, guionista de radio y televisión de programas históricos y variados, con una extensa obra publicada en más de 14 libros sobre temas históricos y socio-culturales y Premio Nacional de Periodismo “Juan Gualberto Gómez”,  nos cuenta de sus andanzas por la radio y otros medios de comunicación

-¿Cómo nace tu vocación por el Periodismo, por escribir, y tu interés específico por la radio? ¿Hay algún antecedente en tu familia?

En mi seno familiar no había nadie relacionado de modo directo con la cultura, aunque mi madre sí era una mujer muy sensible que, en ocasiones, ejerció como maestra.

Desde pequeño sentí inclinación por la lectura y, por lo regular, me gustaba participar y hablar en actividades, aunque no por ello era muy extrovertido, más bien algo tímido. Pero participaba en algunos actos de carácter patriótico que se realizaban los viernes. No es hasta después del triunfo de la Revolución cuando puedo decir que entro en contacto con la radio, en plena adolescencia y por un hecho un tanto casual.

Me había integrado a la Asociación de  Jóvenes Rebeldes (AJR) y un gran amigo de la infancia formaba parte de la comisión de propaganda municipal de esa organización. De pronto, un día al verme me dice que se iba a crear un programa dedicado ala AJR en una emisora de la ciudad y que me invitaba a participar en la elaboración y conducción.  En 1961, todavía sin cumplir los 16 años, me senté frente a un micrófono y participé durante casi dos años y medio en ese programa de 15 minutos de duración que salía al aire de lunes a viernes, alternándolo con mis estudios enla Escuela Tecnológica. Ahí, en unión de mi amigo y otra compañera, hacíamos de todo: buscar las noticias, comentarios, algunos tomados de los periódicos nacionales y locales. Empecé también a animar las actividades que realizabala AJR en Cienfuegos, incluso fiestas populares organizadas por esa organización.

En 1963 concluí los estudios enla Escuela Tecnológica “San Lorenzo”. Me gradué como electricista. Vine para La Habanay empecé a trabajar en el Taller Central de Mantenimiento dela Empresade Confecciones Textiles como electricista enrollador de motores. Pero ya me apasionaba hablar por radio. Fue entonces cuando en el taller “inventé” una radio base. Todos los mediodías, a la hora del receso del almuerzo, dedicaba unos 10 minutos a hacer una especie de “programa” con música, noticias de carácter nacional y cosas que tenían que ver con el trabajo de la sección sindical y del Comité de Base de la UJC, al cual pertenecía. Incluso cuando participaba en movilizaciones hacia la agricultura, o el corte de caña, pues también con una cámara fotográfica, y con la ayuda de un joven trabajador que le gustaba hacer caricaturas, preparaba algunos murales que siempre llamaron mucho la atención.

-¿Y, entonces, cuándo dejas de ser electricista y nace el periodista?

En realidad la electricidad no fue nunca mi verdadera vocación. Había estudiado en la escuela tecnológica  siguiendo la labor que había realizado mi padre. Al abrirse posibilidades para los jóvenes después de la victoria de la Revolución, él deseaba que yo estudiara Ingeniería eléctrica, aunque mi madre deseaba que fuera maestro.

En la primera etapa de mi estancia enLa Habana matriculé enla Facultad Obrero-Campesina y después por poco ingreso en la Facultad de Tecnología de la Universidad de La Habana.

A partir del año 1965  me había relacionado con el semanario Palante y enviaba algunas colaboraciones. Me publicaron varios materiales, pero salían sin mi firma. Un día el redactor que nos atendía me comentó que el director de la publicación deseaba conocerme y, al hablar con él, me señaló que era interesante lo que escribía, pero que debía utilizar otro seudónimo y no el de Pérez -Galdós, que era un escritor español muy reconocido.

Le señalé que ese era realmente mi primer apellido y él se sorprendió un poco. Finalmente comencé a firmar mis trabajos como Victorf –por mi nombre, Víctor Francisco – y también como Victor Pergal. De pronto, el director me volvió a mandar a buscar  y, para sorpresa mía, me planteó que estaba interesado en publicar en forma mensual un suplemento humorístico con la participación de jóvenes escritores y caricaturistas aficionados y que deseaba que yo coordinara eso. De esta manera me fue cautivando mucho más todo lo relacionado con el periodismo. En 1966 comencé a colaborar con algunas publicaciones (revistas) que editaba el Comité  Nacional de la Unión de  Jóvenes Comunistas.

Y por esa fecha también fue que un día me aparecí, así de pronto, en Radio Progreso y llevé una información de una actividad a la que había asistido, relacionada con la música. Me dejaron pasar. Era domingo. Estaba al aire la Discoteca Popular de Radio Progreso que conducía el ya popular locutor Eduardo Rosillo. Él me atendió. Anotó mi nombre, vio la información y me indicó que me sentara a su lado. Siguió presentando varias creaciones musicales y de pronto, sin yo imaginar que iba a hacer eso  –una prueba de confianza que nunca podré olvidar – dijo mi nombre al aire e indicó que iba a señalar una información importante relacionada con la música y me dio la palabra. No puedo precisar lo que dije, pero no me equivoqué.  Mi intervención duró tal vez un minuto o menos, pero para mí fue impactante.

A partir de ese momento y durante casi dos años, a petición de Rosillo, yo iba todos los domingos a Progreso y participaba en el programa haciendo cualquier función, sin pensar que iba a hablar, aunque en ocasiones sí lo hacia. Ahí aprendí la trascendencia que tenía un programa en vivo, incluso ese que tenía más de cinco horas al aire cada domingo, la intencionalidad y la manera de presentar una creación musical, cómo había que cuidar el balance entre lo que se dijo desde el punto de vista informativo y el contenido o el título de la canción que se iba a poner a continuación.

-¿A partir de esa experiencia es que empiezas a trabajar en Radio Progreso?   

No, en esa etapa yo hice todo de forma voluntaria. Seguía trabajando de lunes a sábado en el taller. Ocurrió lo siguiente: en 1968la Universidad de La Habana lanzó una convocatoria especial a los trabajadores de la capital para que realizaran estudios en la enseñanza superior. Mediante un examen pude ingresar como alumno de un curso regular en la Escuela de Periodismo. A su vez, como una forma de compensación, me daban un estipendio porque no pude seguir trabajando, y debía asistir en horario diurno todos los días a las clases en la universidad.

Seguí colaborando con Radio Progreso pero, por supuesto , la Universidad me absorbía una gran parte de mi tiempo, no sólo por lo que debía realizar como estudiante, sino también por algunas responsabilidades que desempeñé dentro dela Federación Estudiantil Universitaria en la Escuela de Periodismo y en la Facultad de  Humanidades.

Me gradué en diciembre de 1972. Inicialmente trabajé en un equipo que se había creado en la entonces Comisión de Orientación Revolucionaria del Partido. Era una especie de Centro de Información que en 1974 se convirtió en la Agencia de Información Nacional, AIN.

Entre 1974  y hasta 1987 trabajé en la Agencia. Atendí varias responsabilidades, entre ellas la de Subdirector. También, como siempre, me siguió interesando la radio y cree un departamento de radiofónico en la Agencia. Tiempo después, en forma paralela a mi labor dentro de la AIN, trabajé como guionista de una revista Informativa en Radio Liberación y como escritor de programas históricos. Luego reinicié mi colaboración con Radio Progreso, atendiendo secciones relacionadas con Cuba en revistas informativas.

-¿A partir de qué momento trabajas en la radio en forma permanente?

Fue en 1987 cuando precisamente me designan Subdirector de Información de Radio Progreso. Después pasé a trabajar en Radio Habana Cuba, donde estuve laborando hasta el año 2008 en que oficialmente me jubilo.

-Pero ¿has seguido en activo?

Si, ya desde finales de los años noventa comencé a escribir series de carácter histórico y otros programas especiales para Radio Progreso y otras emisoras. También he participado en la conducción y realización de programas culturales, históricos y dramáticos. Igualmente he escrito varias teleseries histórico-culturales y trabajos para páginas web de distintas emisoras.

Te has especializado en escribir series sobre personalidades históricas, entre ellas José Martí y Ernesto Che Guevara y has escrito igualmente libros.

Durante casi 20 años he escrito programas sobre Martí y el Che, y acontecimientos de la Revolución. Tengo 14 libros editados, algunos se han reeditado y ampliado en varias ocasiones y me encuentro preparando otros tres. En 1997-1998 fui uno de los dos periodistas que hicimos la investigación y elaboramos los textos de una Multimedia sobre Ernesto Guevara que preparóla AgenciaPrensaLatina.

Por tu labor periodística has recibido importantes reconocimientos. ¿Qué sientes cuando te otorgan un premio?

Decir que no siento placer, sería mentir, pero nunca he pensado en trabajar para ser premiado. Es más, aunque he sido miembro de jurados de concursos en varias ocasiones, por lo regular no suelo enviar trabajos o programas como concursante. Por ejemplo, el Premio Juan Gualberto Gómez que nos otorgaron al equipo realizador de la serie “Entrañable Presencia” fue porque la estimada colega Georgina Duvalón lo propuso en la Delegación de jubilados de la UPEC en la televisión y ésta a su vez lo elevó a la consideración de la Comisión, que en ese año 1998 analizó las propuestas de las Delegaciones. Algo parecido me sucedió con un Premio Nacional de la Radio que nos otorgaron por programa especial de 12 horas de trasmisión, transmitido por Radio Rebelde, debido a la cobertura del traslado de los restos del Che y varios de sus compañeros internacionalistas de La Habana hacia Santa Clara, el 14 de octubre de 1997. Fue la dirección de la emisora quien envió ese programa al Festival de la Radio.

En realidad, agradezco mucho y me siento honrado cuando me han dado algún premio, pero el mayor reconocimiento que siento en mi vida es cuando aprecio que algo que he hecho ha sido útil y es incluso es reconocido por el pueblo, que ni me conoce a ciencia cierta.

Te pongo dos ejemplos: en 1987 presenté en un Sábado del libro, frente a La Moderna Poesía, el primer libro que escribí sobre el Che Guevara. Al terminar de hablar tuve que empezar a firmar una gran cantidad de libros que adquirieron las personas del público. Era bastante larga la cola para firmar el libro, no porque fuera un escritor célebre ni mucho menos, sino por el tema, la vida y obra del Che. De pronto, un hombre me pide que le ponga algo especial a su hija, porque cumplía 15 años y él le iba a regalar ese libro. No recuerdo lo que le escribí, pero sé que le señalé algo más que saludos y afectos y la firma. Seguí firmando a otros que habían adquirido el libro. Pero como a los tres o cuatro días me ocurrió lo siguiente: venía manejando cerca de la sede de la Central de Trabajadores de Cuba y me detuve en un Pare, cuando emprendí la marcha un policía me llama. Aunque estaba seguro de que había parado en firme, supuse que había hecho algo mal y me iban a poner una multa. Cuando paro y me bajo del carro para averiguar qué había pasado, de pronto el policía me dice “disculpe, no lo paré para ponerle ninguna multa, lo reconocí y quise darle la mano y agradecerle lo que le puso a mi hija en el libro suyo sobre el Che, ella se puso muy contenta”.

Yo no sabía qué decirle a aquel hombre del cual por supuesto no recuerdo su nombre y tal vez no lo reconozca si pasa por mi lado, porque de eso que cuento han pasado más de 25 años; pero ese gesto suyo nunca se me ha olvida. Ha sido un gran premio para mí.

Algo similar me ocurrió con un custodio que trabajaba en Radio Progreso. Con mucha frecuencia nos habíamos saludado e incluso habíamos hablado de distintos temas, pero en realidad él no me conocía por mi nombre ni siquiera sabía exactamente si yo era periodista, técnico, actor, locutor o escritor.

Un día, llego a la emisora en el momento en que empieza a trasmitirse un programa sobre el Che que yo escribía. A mi lado también estaba entrando un destacado actor que participaba en la serie, José Raúl Espinosa, que precisamente interpretaba el personaje del Che.

El custodio tenía un radio portátil y se estaba escuchando el programa. Él empieza a jaranear con el actor y le comenta que le gustaba mucho el programa y que había aprendido mucho de la vida del Che por la dramatización de las anécdotas. Yo no dije nada, pero el actor le dice al custodio: ¿y tú no conoces quién escribe el programa? El custodio le dice que no, que le gustaría saber quién era y de pronto Espinosa, le señala: pues mira es éste que está aquí. Ese hombre me abrazó y empezó a decirme muchas cosas, me puso por las nubes.

Yo no sabía cómo agradecerle y se me ocurrió preguntarle si a las siete de la noche, cuando terminara su turno de trabajo, yo podía hablar con él, si no estaba apurado. Él me dijo que sí. En realidad, como el programa se iba a grabar a partir de las siete de la noche, lo que se me ocurrió fue más que hablar con él recogerlo y llevarlo para el estudio. No le había comentado eso. Y de pronto cuando entra conmigo al estudio, yo le presento al director del programa, Héctor Pérez Ramírez, a cada uno de los actores, a los técnicos y comento en voz alta: “hoy tendremos el privilegio de grabar varios programas y se lo vamos a dedicar de modo especial a este oyente, que desde su función en la emisora, vela por la protección de nuestro centro”.

Los actores lo aplaudieron y ese custodio, después de haber estado doce horas de guardia, estuvo con nosotros casi dos horas y media más en el estudio y se sintió el hombre más feliz del mundo. Y esa felicidad suya para mí fue como la felicidad de recibir un premio.

¿Qué consejos le darías a los jóvenes periodistas que comienzan su trayectoria profesional?

No me gusta adoptar una posición un tanto doctoral y asumir la vida como si yo estuviera en capacidad de trazarle pautas a nadie. Aunque ya tengo unas cuantas primaveras, nací en el mes de abril y creo que uno sigue siendo joven –al menos asumiendo ese concepto tal como lo definió Martí: como la edad del crecimiento, del ímpetu, del entusiasmo, de la viveza–. Es difícil de “joven” a joven decir cómo se debe actuar, al menos en el campo profesional. Así pues parto de mi propia experiencia, de lo que trato de aconsejarme en forma frecuente:

Primero: ser siempre sencillo. Dejar que sean los demás los que hablen o reconozcan los supuestos méritos, talento y resultados de tu trabajo.

Segundo: asumir con entereza los retos, sin pensar que puedes hacer de todo. No decir nunca no a primera vista, sino analizar que si te empeñas y te lo propones, tal vez puedas hacer realidad lo que te propones o te han propuesto.

-Tercero: mantener un ritmo de trabajo estable, constante y riguroso. No estar nunca conforme ni creer que ya estás en la cima con lo logrado, con independencia de los resultados positivos.

Cuarto: querer aprender siempre más. Estar consciente de que por muchas cosas que sepas, hay muchas más, muchísimas más que desconoces. Estar consciente de que jamás puedes ser un ignorante de tu propia ignorancia.

Quinto: enamorarte de las cosas que haces o vas a realizar, sentir que te encuentras motivado, que experimentas felicidad.

Y, por último: aprovechar mucho el tiempo. Es una de las cosas esenciales que uno sin darse cuenta puede perder y ya no lo puedes recuperar.

Pudiera poner otros consejos, pero pienso que con éstos bastan. Repito, no trato de brindarlos a modo de conocimientos doctorales ni a jóvenes ni a menos jóvenes. En todo caso intento que ninguno a mí se me olvide y, sobre todo, que nunca deje de hacerlos realidad. Si un día no actuara así me gustaría siempre encontrar a un familiar, un amigo o amiga, un compañero o compañera de labor que me haga la advertencia oportuna. Siempre se lo voy a agradecer.

-Has tenido la posibilidad de trabajar o colaborar en medios de prensa escrita, agencias, en la radio, en la televisión, así como hacer libros. Si te pidiéramos nos dijeras en cuál de esos medios o en qué labor te sientes más a gusto, ¿cuál señalarías?

Sin dudas, en la radio. Aprecio mucho el valor de la prensa escrita, de la televisión, la posibilidad de escribir y presentar un libro, de trabajar en la elaboración de una multimedia; pero por la radio siento una motivación muy especial. De manera esencial me encantan los programas en los que converso con uno o varios invitados. Me agrada mucho hablar por la radio. Para mí es la posibilidad que uno como creador tiene de convertir la imaginación en sonidos.

Cuando escribo para un programa radial, en la misma medida que lo voy concibiendo, lo voy viviendo. Cuando estoy en unión de alguien frente a un micrófono, me parece que estoy con esa persona en la sala de mi casa, hablando entre amigos, no importa si la persona entrevistada es un científico, un intelectual, un obrero, un estudiante, un campesino. Para mí es el amigo o amiga que me visita o visito y nos ponemos a hablar. Solo que esa conversación está al alcance de múltiples personas.

Tengo muchas anécdotas que ponen de manifiesto cómo las personas cuando te escuchan, te creen perfecto, te idealizan, y por eso siempre trato de exigirme más, para estar a la altura de lo que los que me escuchan puedan suponer.

Soy de los que piensa que por mucho que uno haya hecho siempre le queda por delante mucho que hacer. Por eso, me gusta acostarme con muchos sueños, o al menos con uno por realizar. Así, cuando me despierto, tengo ante mí la gran motivación de hacerlo realidad.

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